viernes, 17 de mayo de 2013

¿Cómo motivar? ¿Cómo motivarnos? (Parte 3)

3.Recursos educativos para padres


Al estudiar la motivación tenemos que considerar que debemos acercarnos a ella desde el exterior al interior. Una cosa es conseguir que alguien haga algo, y otra muy distinta conseguir que alguien quiera hacer algo. Por otro lado, al hablar de educación nos encontramos con metas a corto y a largo plazo. Las que son a corto plazo nos parecen las más urgentes: queremos que nuestro hijo pequeño no organice una pelea todas las noches para irse a dormir, ni nos obsequie con un berrinche cada vez que vamos al supermercado, nos gustaría que no tuviera miedo a la oscuridad, que no llorara desconsoladamente cada vez que le dejamos en la escuela. Queremos que nuestro adolescente no sea tan agresivo, que nuestra hija no tenga ese afán de adelgazar, que no tengan los amigos que tienen, que no salgan de botellón, que estudien, que no sean tan tímidos. Estos son problemas concretos para los que tendremos que utilizar los recursos educativos, pero hay una meta a largo plazo que da sentido a todo esto: ayudarle a que adquiera los hábitos intelectuales, afectivos, ejecutivos y éticos necesarios para llevar una vida feliz y digna. Y para conseguirlo tenemos que educar su motivación.

Para educar las motivaciones y convertirlas en motivaciones educadas deberemos usar varios recursos educativos:

1. Premios.
2. Sanciones.
3. Modelos.
4. Selección de información y cambio de creencias.
5. Cambio de sentimientos.
6. El razonamiento.
7. El entrenamiento.
8. La eliminación de obstáculos.

Recurso l. El premio. («Siempre tendemos a repetir las acciones que han sido premiadas»)A lo largo de todo el proceso educativo se deben premiar las conductas adecuadas. Lo importante es saber lo que funciona bien como premio -que puede cambiar de unos niños a otros-, que conviene darlo inmediatamente después de realizada la acción, que el niño o el adulto debe relacionarlo claramente con ella y, sobre todo, es importante no pensar que todo premio debe ser un regalo material. El elogio, el reconocimiento, la satisfacción de haberlo logrado, son también grandes premios.
Recurso 2. El castigo o sanción. Éstas sólo son eficaces para evitar conductas, no para suscitarlas. Por ejemplo, queremos reprimir la agresividad del niño y parece que el castigo es el método más eficaz, pero esa agresividad puede deberse a varias causas (impulsividad, falta de control de la furia, escasez de habilidades sociales, sesgo cognitivo que le hace interpretar como agresión actos que no lo son); en estos casos el castigo no es buena solución. Pero a veces el niño busca sólo salirse con la




 suya. Sus actos de agresión resultan premiados y los repite. En ese caso, la extinción de la recompensa o una sanción son eficaces. Debemos aprender cuales son las ocasiones adecuadas para utilizar el castigo o sanción.
Recurso 3. El ejemplo. La imitación es un mecanismo de aprendizaje extraordinariamente poderoso en el ser humano. Bandura ha sido uno de los psicólogos que ha estudiado con más rigor este tipo de aprendizaje. La imitación puede ser espontánea o dirigida. Las instrucciones y las actividades dirigidas o compartidas pueden incluirse en este apartado. Un maestro enseña una acción a un aprendiz, y luego vigila cómo este la realiza, corrigiéndole si lo hace mal. La sociedad propone modelos a los que hay que amoldarse para ser aceptado. Unos superficiales, por ejemplo, las modas. Y otros profundos, por ejemplo, las vidas ejemplares. Debemos tener en cuenta que modelo de padres somos para nuestros hijos, puesto que casi siempre tiene más poder la acción que ellos ven que la palabra que escuchan.
Recurso 4. La selección de la información y el cambio de creencias. Uno de los modos que tenemos de educar y cambiar el comportamiento es seleccionar la información que una persona va a recibir. También este recurso, como los anteriores, puede usarse mal. Todo el mundo sabe que los padres son importantísimos para sus hijos porque actúan como «mediadores de sus experiencias», pueden seleccionar lo que el niño recibe. Muchas veces transmitimos nuestras creencias a nuestros hijos sin que seamos conscientes de ello.
Recurso 5. El cambio de deseos y sentimientos. Las emociones y los sentimientos despiertan deseos de actuar. Si suscito el miedo en una persona o en una sociedad, es muy probable que actúen de acuerdo con ese miedo. Si consigo despertar la antipatía o el odio hacia un grupo social, favoreceré los comportamientos hostiles. Mantener un ambiente estimulante -que para serlo realmente tiene que ser alegre porque abre posibilidades- es un enorme recurso educativo .La compasión anima a realizar actos de generosidad. Paul Slovic, psicólogo de la Universidad de Oregón, concluyó que nuestro cerebro es incapaz de sentir el dolor ajeno en cantidades monstruosas ( por ejemplo, ver en las noticias que 11 millones de etíopes pasan hambre), pero nuestro cerebro si se activa ante casos individuales. Tal como decía Teresa de Calcuta: «Si miro a la masa, no actúo nunca. Si miro a una persona, sí».
Recurso 6. El razonamiento. Persuadir es intentar hacer cambiar de opinión a otro mediante argumentos (verdaderos o falsos). Si fuéramos perfectamente racionales, el razonamiento sería nuestra gran herramienta para tomar decisiones y cambiar nuestra vida, pero no lo somos. La razón es nuestra última línea de defensa y por eso, cada vez que demos una orden a un niño, debemos explicarle las razones. Con frecuencia pensaremos que no vale para nada y, sin embargo, ninguna de las demás herramientas funcionará dentro del proyecto educativo de nuestra especie sin la ayuda del razonamiento. El niño acepta mejor las normas justificadas o, dicho con más precisión, rechazará las arbitrarias. Todos sabemos que una actividad no entendemos, o que es inútil, o cuya utilidad no entendemos, nos resulta difícil y sin interés.
Recurso 7. El entrenamiento, es decir, la repetición como medio de adquirir hábitos. Nuestro cerebro tiende a adquirir hábitos, porque al automatizar los comportamientos facilita y perfecciona su realización y libera recursos que pueden dedicarse a otra cosa. No siempre realizamos mejor las cosas si las hacemos conscientemente. La repetición simplifica los comportamientos. Si el niño se acostumbra a lavarse los dientes todas las noches no tendrá cada noche que «tomar la decisión»de lavárselos. Los rituales tranquilizan al niño, le dan seguridad, organizan la realidad y la hacen previsible. La educación aspira fomentar hábitos intelectuales y conductuales eficientes. El entrenamiento es el modo de conseguirlo. Por eso, me parece que todos los educadores debemos consideramos entrenadores de nuestros hijos.
Recurso 8. Eliminar los obstáculos para el aprendizaje. A veces hay obstáculos que dificultan el aprendizaje. Si un niño no oye bien o tiene dificultades para comprender, no progresará hasta que eliminemos tal dificultad. O el adolescente puede ser víctima de una situación estresante, que bloquea su atención, y que habrá que eliminar si se puede para facilitar su aprendizaje. Por otro lado, los expertos dan mucha importancia al modo como los alumnos se hablan a sí mismos durante los procesos de estudio, cómo se comentan interiormente lo que están haciendo. «Vaya tostón», «¡Esto no me 10 aprendo en la vida!», «Ahora podría estar jugando al fútbol, «Esto no vale para nada», «Debo ser imbécil porque no se me queda nada en la cabeza». Tales pensamientos pueden estar dificultando o bloqueando el progreso del niño.




Manejar bien todos estos recursos es un arte que se va adquiriendo con la observación, la práctica y la permanente evaluación de lo que se está haciendo. Educar bien no es más difícil que jugar bien al golf, pero tampoco menos. Hace falta saber qué «palos» hay que utilizar, tener paciencia, soportar la frustración, y entrenarse mucho.
Fuente: "Los secretos de la motivación". Jose Antonio Marina