Al
estudiar la motivación tenemos que considerar que debemos acercarnos a ella
desde el exterior al interior. Una cosa es conseguir que alguien haga algo, y
otra muy distinta conseguir que alguien quiera hacer algo. Por otro lado, al
hablar de educación nos encontramos con metas a corto y a largo plazo. Las que
son a corto plazo nos parecen las más urgentes: queremos que nuestro hijo
pequeño no organice una pelea todas las noches para irse a dormir, ni nos obsequie
con un berrinche cada vez que vamos al supermercado, nos gustaría que no
tuviera miedo a la oscuridad, que no llorara desconsoladamente cada vez que le
dejamos en la escuela. Queremos que nuestro adolescente no sea tan agresivo,
que nuestra hija no tenga ese afán de adelgazar, que no tengan los amigos que
tienen, que no salgan de botellón, que estudien, que no sean tan tímidos. Estos
son problemas concretos para los que tendremos que utilizar los recursos
educativos, pero hay una meta a largo plazo que da sentido a todo esto:
ayudarle a que adquiera los hábitos intelectuales, afectivos, ejecutivos y
éticos necesarios para llevar una vida feliz y digna. Y para conseguirlo
tenemos que educar su motivación.
Para
educar las motivaciones y convertirlas en motivaciones educadas deberemos usar
varios recursos educativos:
1.
Premios.
2.
Sanciones.
3.
Modelos.
4.
Selección de información y cambio de creencias.
5.
Cambio de sentimientos.
6. El
razonamiento.
7. El
entrenamiento.
8. La
eliminación de obstáculos.
Recurso
l. El premio. («Siempre tendemos a repetir las acciones que han sido premiadas»)A
lo largo de todo el proceso educativo se deben premiar las conductas adecuadas.
Lo importante es saber lo que funciona bien como premio -que puede cambiar de
unos niños a otros-, que conviene darlo inmediatamente después de realizada la
acción, que el niño o el adulto debe relacionarlo claramente con ella y, sobre
todo, es importante no pensar que todo premio debe ser un regalo material. El
elogio, el reconocimiento, la satisfacción de haberlo logrado, son también
grandes premios.
Recurso
2. El castigo o sanción. Éstas sólo son eficaces para evitar conductas, no para
suscitarlas. Por ejemplo, queremos reprimir la agresividad del niño y parece que
el castigo es el método más eficaz, pero esa agresividad puede deberse a varias
causas (impulsividad, falta de control de la furia, escasez de habilidades
sociales, sesgo cognitivo que le hace interpretar como agresión actos que no lo
son); en estos casos el castigo no es buena solución. Pero a veces el niño busca
sólo salirse con la suya. Sus actos de agresión resultan premiados y los
repite. En ese caso, la extinción de la recompensa o una sanción son eficaces. Debemos
aprender cuales son las ocasiones adecuadas para utilizar el castigo o sanción.
Recurso
3. El ejemplo. La imitación es un mecanismo de aprendizaje extraordinariamente
poderoso en el ser humano. Bandura ha sido uno de los psicólogos que ha
estudiado con más rigor este tipo de
aprendizaje. La imitación puede ser espontánea o dirigida. Las instrucciones y
las actividades dirigidas o compartidas pueden incluirse en este apartado. Un
maestro enseña una acción a un aprendiz, y luego vigila cómo este la realiza,
corrigiéndole si lo hace mal. La sociedad propone modelos a los que hay que
amoldarse para ser aceptado. Unos superficiales, por ejemplo, las modas. Y otros
profundos, por ejemplo, las vidas ejemplares. En ambos casos provocan un
sentimiento de carencia y de satisfacción de esa carencia. Si no sigo la moda,
estoy en falta, me siento «defectuoso», incompleto. Y lo mismo sucede, en otro
plano, cuando me comparo con las vidas logradas. Debemos tener en cuenta que
modelo de padres somos para nuestros hijos, puesto que casi siempre tiene más
poder la acción que ellos ven que la palabra que escuchan.
Recurso
4. La selección de la información y el cambio de creencias. Uno de los modos
que tenemos de educar y cambiar el comportamiento es seleccionar la información
que una persona va a recibir. También este recurso, como los anteriores, puede
usarse mal. Todo el mundo sabe que los padres son importantísimos para sus
hijos porque actúan como «mediadores de sus experiencias», pueden seleccionar
lo que el niño recibe. Muchas veces transmitimos nuestras creencias a nuestros
hijos sin que seamos conscientes de ello. Muchas de las creencias se transmiten
por presión social, sin que seamos conscientes de ellas. Por ejemplo, hay
culturas que fomentan la obediencia y culturas que fomentan la independencia,
unas animan a la rutina y otras a la creatividad.
Recurso
5. El cambio de deseos y sentimientos. Las emociones y los sentimientos
despiertan deseos de actuar. Si suscito el miedo en una persona o en una sociedad,
es muy probable que actúen de acuerdo con ese miedo. Si consigo despertar la
antipatía o el odio hacia un grupo social, favoreceré los comportamientos
hostiles. Mantener un ambiente estimulante -que para serlo realmente tiene que
ser alegre porque abre posibilidades- es un enorme recurso educativo .La
compasión anima a realizar actos de generosidad. Paul Slovic, psicólogo de la
Universidad de Oregón, concluyó que nuestro cerebro es incapaz de sentir el
dolor ajeno en cantidades monstruosas ( por ejemplo, ver en las noticias que 11
millones de etíopes pasan hambre), pero nuestro cerebro si se activa ante casos
individuales. Tal como decía Teresa de Calcuta: «Si miro a la masa, no actúo
nunca. Si miro a una persona, sí». El clima emocional puede ser animoso o
depresivo.
Recurso
6. El razonamiento. Persuadir es intentar hacer cambiar de opinión a otro
mediante argumentos (verdaderos o falsos). Si fuéramos perfectamente racionales,
el razonamiento sería nuestra gran herramienta para tomar decisiones y cambiar
nuestra vida, pero no lo somos. La razón es nuestra última línea de defensa y por
eso, cada vez que demos una orden a un niño, debemos explicarle las razones.
Con frecuencia pensaremos que no vale para nada y, sin embargo, ninguna de las
demás herramientas funcionará dentro del proyecto educativo de nuestra especie
sin la ayuda del razonamiento. El niño acepta mejor las normas justificadas o, dicho
con más precisión, rechazará las arbitrarias. Todos sabemos que una actividad
no entendemos, o que es inútil, o cuya utilidad no entendemos, nos resulta difícil
y sin interés.
Recurso
7. El entrenamiento, es decir, la repetición como medio de adquirir hábitos. Nuestro
cerebro tiende a adquirir hábitos, porque al automatizar los comportamientos
facilita y perfecciona su realización y libera recursos que pueden dedicarse a
otra cosa. No siempre realizamos mejor las cosas si las hacemos
conscientemente. La repetición simplifica los comportamientos. Si el niño se acostumbra
a lavarse los dientes todas las noches no tendrá cada noche que «tomar la decisión»
de lavárselos. Los rituales tranquilizan al niño, le dan seguridad, organizan la
realidad y la hacen previsible. La educación aspira fomentar hábitos
intelectuales y conductuales eficientes. El entrenamiento es el modo de conseguirlo.
Por eso, me parece que todos los educadores debemos consideramos entrenadores
de nuestros hijos.
Recurso
8. Eliminar los obstáculos para el aprendizaje. A veces hay obstáculos que
dificultan el aprendizaje. Si un niño no oye bien o tiene dificultades para
comprender, no progresará hasta que eliminemos tal dificultad. O el adolescente
puede ser víctima de una situación estresante, que bloquea su atención, y que
habrá que eliminar si se puede para facilitar su aprendizaje. Por otro lado, los
expertos dan mucha importancia al modo como los alumnos se hablan a sí mismos
durante los procesos de estudio, cómo se comentan interiormente lo que están
haciendo. «Vaya tostón», «¡Esto no me 10 aprendo en la vida!», «Ahora podría
estar jugando al fútbol, «Esto no vale para nada», «Debo ser imbécil porque no
se me queda nada en la cabeza». Tales pensamientos pueden estar dificultando o
bloqueando el progreso del niño.
Manejar
bien todos estos recursos es un arte que se va adquiriendo con la observación,
la práctica y la permanente evaluación de lo que se está haciendo. Educar bien
no es más difícil que jugar bien al golf, pero tampoco menos. Hace falta saber
qué «palos» hay que utilizar, tener paciencia, soportar la frustración, y
entrenarse mucho.
Fuente: "Los secretos de la motivación". Jose Antonio Marina